Todo perro necesita, para crecer equilibrado, siendo un buen ciudadano a cuatro patas, requiere ser expuesto a muchos estímulos y relacionarse con sus congéneres. Saludarles por la calle, jugar con ellos si le place, sin notar tensión y miedo desde el otro lado de la correa cuando esos encuentros ocurren. Lo necesita desde que es cachorro, pero sigue siendo preciso cuando crece. Son animales sociales.
Todo perro lo necesita, os decía. No se le deben escamotear esos encuentros a los de razas miniatura por miedo a que su pequeño tamaño les haga más frágiles; pero de eso ya hablaremos otro día. Hoy os quiero hablar de los perros de razas potencialmente peligrosas, que son perros como cualquier otro a los que su aspecto poderoso les está pasando demasiadas facturas.
Cada vez hay más de estos animales, lo que se traduce en que llegan en gran número a perreras y protectoras.
Llegan con pocas esperanzas de encontrar una segunda oportunidad. Las protectoras ven como el porcentaje de estos animales en sus instalaciones sube y las familias no los quieren. Les dan miedo, no se atreven a meter semejante perrazo en casa, y si no les tienen miedo ahí están los requisitos extra necesarios para adoptarlos (hay que tener un permiso especial para ello, que además cuesta dinero) y el intuir que llevar a un perro así por la calle supondrá más inconvenientes: gente que se cambia de acera, terrazas en las que no somos bienvenidos, hoteles y restaurantes supuestamente dogfriendly que pondrán mala cara ante nuestra presencia, la obligación del bozal y la correa corta, el no poder soltarles a que corran y jueguen con la despreocupación de otros dueños de perros de otras razas.
Por eso aún hay perreras en las que sacrifican a estas razas antes de lo que se tarda en decir treintaytres.
Pero insisto en que son perros, como cualquier otro, en gran número con un carácter bondadoso y las mismas necesidades de cualquier otro can.
Para crecer y vivir equilibrados nos necesitan a los dueños de otros perros, precisan que nos sacudamos de prejuicios, que miremos su comportamiento antes que su aspecto, que no evitemos de entrada que saluden y jueguen con nuestros perros. Los que tenemos perros y los amamos deberíamos ser los primeros en ayudar a que crezcan bien socializados, los que pongamos nuestro granito de arena para que por la calle les vean comportarse amigables aquellos con los que nos crucemos.
Los propios dueños de perros de razas consideradas potencialmente peligrosas son muchas veces los primeros que aprietan el paso, se cambian de acera, evitan aproximarse a otros perros por mucho que el animal que llevan con correa corta y bozal sea un bendito. No quieren líos, se saben juzgados, se ‘autocensuran’. Lo tengo más que comprobado. Solo ante una aproximación directa y cordial de la otra persona con perro se detienen.
Entiendo los motivos por los que lo hacen, perfectamente. Están hartos de malas caras, de expresiones de susto al doblar una esquina, de gente que huye, que no quiere acercarse.
A ellos también les animaría, si van con poca prisa, si intuyen que la situación es propicia, a hablar con los otros dueños de perros, a acercarse, a ser embajadores de las bondades de su perro y de otros como el suyo. No siempre saldrá bien, pero no pueden rendirse.
Los hay que lo hacen, me consta. Y me parece fantástico. Los primeros que deben tratar a su perro con toda la normalidad posible, que bastantes trabas supone ya cumplir la (injusta) ley, son ellos.
Normalidad. A eso es a lo que hay que aspirar, a normalizar en lo posible el hecho de llevar un perro así de la correa. A que se mire el carácter de cada animal más allá de su apariencia. Si ese enorme pitbull (o la raza ppp que sea) se acerca tranquilo o juguetón o sumiso, lo primero que deberíamos ver es ese comportamiento y no su amplio pecho o su poderosa mandíbula.
Claro que muchos dueños de perros son incapaces de interpretar las señales que emplean estos animales para comunicarse. Ahí hay mucho trabajo también por hacer. Más allá de combatir miedos e inseguridades, hay que construir conocimiento. Es una irresponsabilidad tener un perro y no esforzarse por leer un poco, por aprender sobre sus señales de calma, su lenguaje corporal, sus necesidades.
Por último, os recuerdo la iniciativa de llevar un lazo amarillo en la correa o el collar para avisar de que mejor dejes en paz a ese perro. Si veis que un animal va equipado con él, significa que, por el motivo que sea, mejor no acercarse. Puede ser que tenga miedo a los humanos, que esté superando algún trauma o que no se relaciona bien con otros perros.
Os animo a llevarlo si es vuestro caso.
La perra que acompaña este post se llama Happiness, tiene tres años, es una american bully y fue rescatada de una perrera de Córdoba. Está en la protectora madrileña Animales con Un nuevo Rumbo (ACUNR), y os animo a visitar su web para conocer a todos los perros potencialmente peligrosos que albergan y necesitan un hogar.
Es una perra alegre, divertida, simpática y activa. Le encantan las personas y que le den mimos. Disfruta mucho de los largos paseos olfateando. Con otros perros es sociable y se lleva bien con ellos. Está sana.
Se entrega desparasitada, vacunada, chipada, con las pruebas de enfermedades hechas, esterilizada y con contrato de adopción. Requiere licencia PPP.
Contacto: [email protected]
La entrada A los que tenéis perro, no huyáis de entrada cuando veáis un pitbull, un american stafford, un bull terrier… aparece primero en En busca de una segunda oportunidad.
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