Veo un señor mayor que se acerca a un banco. Se sienta y salta a su lado un pelanas pequeño, al que inmediatamente propina dos sonoros besos. Enternecedor.
Los perros y los gatos pueden ser una compañía maravillosa para muchos mayores. Proporcionan compañía, un cariño incondicional, les hacen sentirse útiles, mejoran su autoestima.
En el caso de los perros también contribuyen a que salgan de casa, paseen y se relacionen con otros.
Pero ojo. No es una receta para tener a todos nuestros mayores acompañados y paseándose. Un animal supone gastos, un compromiso diario, suelta pelos… no es una responsabilidad que asumir a la ligera.
Lo mismo que con personas más jóvenes, no a todo el mundo le compensa. No se debe intentar convencer a ese mayor, ese mayor tiene que estar convencido de querer la compañía de un animal.
Y un anciano quiere un animal, no suele ser buena idea buscar un cachorro. No solo por la cantidad de energía y paciencia que requiere educar a un cachorro, por el reto que suponen.
Una de mis perras, Troya, tiene 18/19 años. Vale que no es lo normal, pero un perro o un gato puede vivir cerca de dos décadas. Siento sonar dura, pero hay que ser conscientes de los años de vida autónoma que le pueden quedar por delante a esa persona mayor.
A menos que tenga un buen soporte familiar, que ese animal tenga asegurado por completo su futuro si a ese anciano le faltan las fuerzas, físicas o mentales, o directamente muere, lo mejor es un animal también mayor. Como mínimo adulto de unos cinco o seis años.
Lo siento, hay que ser realistas. Estamos hablando de un ser vivo.
Un animal adulto o mayor además tendrá un carácter asentado u conocido, menos necesidad de ejercicio físico y mental y vendrá ya educado.
En cualquier buena protectora les sobran animales así, si olvidamos caprichos de razas y aspectos. Incluso tienen programas especiales para facilitar la adopción de los perros y gatos más mayores.
Demasiadas veces he visto que hijos o nietos han regalado al abuelo el bichón maltés, el yorkshire o el chihuahua que era su capricho estético (el de hijos y nietos, no el del abuelo).
También he visto abuelos comiéndose con patatas pitbulls, borders collies o enérgicos goldens que primero fueron de esos hijos y nietos hasta que no les cuadró por el motivo que sea seguir cuidándolos y se lo colocaron al yayo, que se supone que le va a venir bien la compañía.
Y son perros que no son aptos para esa persona mayor por su fuerza y necesidad de ejercicio.
Ojo, un perro de ese tamaño puede ser el compañero perfecto de una persona mayor, pero solo si ese animal es un adulto educado y de buen carácter como os comentaba antes.
Si el mayor de verdad quiere un animal y puede asumir esa responsabilidad, siempre mejor el #adoptanocompres. Adoptando es más sencillo dar con ese animal adulto y de carácter dulce. Y ahí tenéis otro post en el que vislumbrar más motivos para no comprar.
Por último, un par de deseos lanzados al aire digital. Uno es que hubiera más residencias de ancianos, al menos residencias de válidos, en las que admitieran animales de compañía. Las ventajas que proporciona la compañía de un animal serían aplicables a esos entornos también.
De hecho a muchas residencias llevan a perros de terapia.
Hay ancianos que ni se plantean la residencia por tener que dejar atrás a sus compañeros, a los que dan besos en los parques, o que ceden y acuden a ellas con el corazón roto porque no hay más opciones.
Y el otro deseo es en realidad una petición a las familias de esos mayores que comparten vida y aman a un perro perro o gato. Bajo ningún concepto lo abandonéis o entreguéis al primero que pasa. Dadle un buen hogar o buscádselo para hacer honor a la memoria de vuestro familiar.
Deshacerse del animal sin miramientos es de ser muy miserables. Si existiera eso de las reencarnaciones, que a veces pienso que no estaría mal, después de algo así os tocaría vivir como cucarachas.
Espero, dentro de tres décadas, ser una viejecita que comparte banco con algún perrete y tiene un gato esperándome en casa.
Intentaré asegurar su bienestar en lo posible por lo que a mí me pueda pasar, pero siempre dependeré de las decisiones y la moral otros.
Un tercer y último deseo: confío en que los míos no me decepcionen.
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