En alguna que otra ocasión me han pedido que escriba sobre este tema. La verdad es que para mí no supuso ningún problema. Simplemente traje un día a mi hijo a casa, permití que mi perra (y mis gatos) lo conocieran, y listo. Exactamente igual que cuando luego llegó mi hija. Conocía bien a Troya y sabía que no habría el menor problema. Y creo que es exactamente igual para la gran mayoría de propietarios de perros.
Hablo de perros bien socializados, de los que jamas han osado gruñir en casa a sus dueños, que son casi todos. Si tenemos un animal con problemas de conducta, que en ocasiones se ha enfrentado a nosotros o cuya reacción no tenemos clara, hay que consultar previamente a un etólogo experto. El niño no llega de la noche a la mañana, tenemos tiempo de sobra para reaccionar.
Pero volvamos a la mayoría de los perros. No hay que temer que nuestro animal, cariñoso y fiable, se vuelva loco de celos de repente por la llegada de un bebé a la familia. En absoluto. La experiencia me dice que el carácter y comportamiento de un perro es más estable y fiable que el de la mayoría de los seres humanos. Así que debería imperar la tranquilidad, la confianza.
Y, por supuesto, deshacernos de nuestro perro por la llegada de un bebé no solo es cruel y mezquino, incluso puede ser un delito. Da igual que sea porque nos entran los miedos o porque de repente no queremos la obligación que supone atenderle. Nada lo justifica.
No me cansaré de decir que hay que pensar bien en la responsabilidad que asumimos cuando abrimos las puertas de nuestro hogar a un animal. Pueden vivir muchos años y nuestra vida cambiar de muchas formas distintas.
Volvamos a cómo preparar al perro para la llegada del bebé. Lo principales consejos son no cambiar el modo en el que nos relacionamos con él. No podemos pasar a ser fríos o distantes con él, a rechazarle cuando antes le recibíamos con agrado. Hay que procurar mantener las mismas reacciones y relación.
Conviene también mantener el nivel de ejercicio al que estaba acostumbrado. Puede ser difícil cuando llegamos con un bebé a casa y nuestro mundo y rutinas quedan patas arriba, pero siempre hay maneras de lograrlo: tal vez pueda nuestra pareja, o podamos pedir ayuda a algún amigo o familiar, también podemos pagar a paseadores o a alguna persona cercana de la que nos fiemos (el hijo de un vecino, de algún amigo…). Si es posible mantener las rutinas que tenía, mejor aún.
Cuando lleguemos a casa hay que permitir que huela sin tensiones al bebé, que pronto lo asumirá como un miembro del clan. Se puede traer algo que huela al niño mientras aún estamos en el hospital, pero normalmente con mostrárselo al llegar es suficiente.
Hay expertos que recomiendan exponerle a grabaciones de llantos de bebés, dejarles explorar sus objetos (carrito, ropa, cremas, pañales) sin permitirle jugar con ellos ni con los juguetes del niño. Repito que normalmente no hace falta tanto, pero daño no va a hacer.
Lo más importante es que nosotros estemos relajados y que el perro perciba esos cambios y presentaciones como algo positivo. Caricias, calma y chuches, sí. Evitemos tensión, castigos, aislamiento.
Por cierto, adundan los ejemplos de perros niñera, de perros protectores y cuidadores, pero la recomendación lógica es no dejarles solos, supervisar siempre. No esperemos tampoco, por muchos tiernos vídeos que hayamos visto en YouTube de perros y bebés, que nuestro perro sea como la san bernardo de Wendy y sus hermanos.
Hay que procurar es que nuestro hijo crezca respetando al animal. El niño requiere más preparación que el perro. Hay que hacerle entender, en cuanto se pueda, que no hay que importunarle cuando esté comiendo; que hay que respetar su descanso; que eso de subirse encima a caballito no les gusta y está prohibido (algo que suelen intentar los adultos con poca cabeza), etc. Pero de eso, si queréis, ya hablaremos en el futuro. Hoy tocaba centrarse en la llegada de un recién nacido a casa.
Insisto mucho en la necesidad de tener perros bien educados por muchos motivos. Aquí de nuevo facilita las cosas. Creo firmemente que todos los perros deberían, como mínimo, saber caminar a nuestro lado sin tirar, responder a la llamada y sentarse si se lo pedimos. Tenemos que tomarnos en serio su educación.
Chapa es una podenquita de dos años que busca un hogar. Tímida y dulce, s eleva bien con otros perros y con gatos.
Esta perrita de porcelana está en la protectora madrileña Animales con un Nuevo Rumbo (ACUNR) y se entrega en adopción esterilizada, con contrato de adopción y seguimiento.
Contacto: [email protected] y [email protected]
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