Jaume Fatjo: “nos relacionamos de forma distinta con perros y con gatos, pero el vínculo emocional es igual de potente”


Jaume Fatjó (Barcelona, 1969) es veterinario y etólogo. Su nombre es conocido por cualquier persona que sea mínimamente conocedora de la ciencia que estudia el comportamiento animal, no es aventurado afirmar que se trata de uno de los mayores expertos que hay en este campo en España. Sus estudios sobre comportamiento animal los inició en la universidad de veterinaria de Nueva York y fue responsable clínico del servicio de etología de la facultad de veterinaria de Barcelona de 1995 a 2009.

Fue presidente entre 2012 y 2014 del European College of Animal Welfare and Behavioural Medicine – Behavioural Medicine especialista europeo certificado y es profesor asociado del Departamento de Psiquiatría y Medicina Legal de la UAB, donde dirige la cátedra de investigación de la UAB Fundación Affinity Animales y Salud, dedicada a la comprensión de las relaciones entre las personas y los animales. En su historial abundan los artículos, conferencias y cursos de referencia.

Yo ya había tenido la ocasión previamente de escucharle en directo, disfrutando de sus conocimientos y sentido común. Cuando me ofrecieron la posibilidad de charlar con él y de trasladar esa conversación a una entrevista, era imposible decir que no.

La cátedra que dirige estudia en vínculo entre los animales de compañía y sus propietarios. ¿Qué tipo de relación se suele dar entre ellos?
La estudiamos utilizando herramientas científicas diseñadas por psicólogos y psiquiatras, no hablo de percepciones o de lo que nos han dicho. Desde la perspectiva de la persona, el animal de compañía se considera un miembro de la familia. Esto es algo que dice la práctica totalidad que conviven con un perro o un gato. También hay que matizarlo, no quiere decir evidentemente que confundan a un animal con una persona. ¿Por qué se incorpora en la estructura familiar? Pues porque tenemos tendencia cuando convivimos con ellos a crear un vínculo afectivo que es bastante fuerte. Ese vínculo emocional es la columna vertebral de la relación. A partir de ese enganche emocional es cuando puedes comprender todos los beneficios que puede suponer la convivencia con un animal.

¿Qué tipo de beneficios reportaría?
Las personas encuentran en el animal un compañero de actividades, dependiendo de cómo sea la persona o de su rol familiar, esas actividades son distintas. Hay personas que tienen más tendencia a asumir el rol de cuidador, de darle de comer, llevarle al veterinario, cepillarle… Es una conducta, si quieres, más parental, y es una fuente de placer el sentir que el bienestar de un ser vivo depende de ellos. Hay otro tipo de interacciones que van más en la línea del juego, incluso de hacer deporte en compañía. Hay mucha variabilidad. Además de esas interacciones, hay una parte muy importante de la relación que es el apoyo emocional. Sistemáticamente, los propietarios de animales nos dicen que es una fuente de compañía, que los hacen sentir menos solos. Y no solo esto. Además la presencia del animal los ayuda a superar o enfrentar momentos de dificultad de mayor o menor intensidad. Hay muchas persona que dicen que su perro o su gato les ayudó muchísimo a superar un divorcio, cuando se quedaron sin trabajo, tuvieron un problema médico o una pérdida.


Imagino que el rol de cuidador se da más entre adultos.

Hay mucha variabilidad pero parece que sí. Incluso podría haber una diferencia de género también. Aquí te hablo por impresión personal, pero probablemente sucede igual que con el cuidado de los niños, que hay una asimetría muy grande y la carga de la mujer es mucho mayor por cómo está organizada nuestra sociedad.

¿A partir de que edad un niño puede asumir la responsabilidad de cuidar de un animal?
En general, con la supervisión de los padres, puede ser muy temprano. Delegar completamente una función, por ejemplo que se encargue de que siempre tenga agua, depende mucho del niño y es algo que tiene que valorar el padre. Desde el punto de vista educativo se ha visto que involucrar a los niños en estas tareas de cuidado es una oportunidad para hacer pedagogía de la responsabilidad. Desde un punto de vista educativo es una oportunidad para los padres. Para el niño encargarse de que al animal no le falte comida es un desafío. Y lo que le transmitas al niño le reafirma un modelo educativo; si le dices, por ejemplo, que no puede utilizar castigo físico con el perro o el gato, eso se integra en aquello que para el niño será el modelo que probablemente usará en el futuro con sus hijos.

¿Es distinta la relación que tenemos con perros y gatos?
Tradicionalmente se dice que la relación con el gato era mas distante, más fría. Hemos hecho estudios con poblaciones grandes de propietarios de perros y gatos y no es así. Tal y como nosotros trabajamos podemos aislar tres dimensiones del vínculo. Permite identificar el patrón de interacción, lo que la persona hace con el animal; el vínculo emocional, los beneficios emocionales que tiene la convivencia; y, por último, el coste percibido, porque es cierto que tener un animal supone un coste para la persona, no solo financiero, a veces también te supone limitaciones. La ventaja de poder aislar esos tres elementos es que puedes ver el papel de ellos de manera relativamente independiente. Cuando comparas estas tres dimensiones entre perros y gatos, la dimensión emocional, que es la columna vertebral de la relación, es exactamente comparable entre perros y gatos. Lo que cambia es el patrón de interacción. El mensaje es que nos relacionamos de forma distinta con peros y con gatos, pero el vínculo emocional es igual de potente, tiene la misma intensidad.

¿No hay un sesgo en vuestros estudios por centrarse en dueños responsables y preocupados por el bienestar de sus animales?
Esto nos pasó en el primer estudio, porque lo lanzamos a través de redes sociales y participaba quien quería. En este tipo de estudios, lo que se denominan muestras de conveniencia, la persona que transita por una red social en la que se habla de animales probablemente es un propietario motivado y por lo tanto tienes un sesgo de captación clarísimo. Los últimos estudios los hemos hecho con una muestra poblacional representativa utilizando la misma metodología y vías de acceso que cuando se hace una encuesta nacional sobre actitudes políticas o violencia de género para llegar a una población mucho más amplia de propietarios.

Algo hay que falla en el vínculo cuando el abandono de animales de compañía es tan frecuente.
El tema del abandono nos preocupa enormemente. En general, los vínculos son buenos y las relaciones son satisfactorias, pero sí que es verdad que hay que asumir que hay relaciones que fracasan, igual que fracasan las relaciones humanas. No todas las parejas salen adelante, no todas las relaciones entre padres e hijos ni todas las de amistad se mantienen en el tiempo. En cualquier relación humana puede haber un momento de ruptura o crisis y con los animales de compañía pasa exactamente lo mismo. Cuando la relación entra en ese área de riesgo es cuando se puede producir un abandono, además de otras causas que puedan existir. Sabemos que los problemas de comportamiento, que reflejan al final un problema de convivencia, es un motivo declarado de abandono muy frecuente.

A título personal, me llama más la atención estudiar la ruptura del vínculo por distintas causas, incluso por el desamor después de pasada la novedad, cuando la rutina se afianza.
Si antes estábamos en el espacio de luz, ahora vamos al espacio de sombra. Nosotros siempre lo explicamos de la misma manera: cuando el animal se incorpora a la estructura familiar, es beneficiario de todo aquello que supone vivir en la familia humana, pero también se convierte en un blanco potencial de todo lo malo que también se produce en la estructura familiar humana. Por ponerte un ejemplo, un caso extremo pero muy concreto, si en una unidad familiar hay un hombre que maltrata a su mujer o a sus hijos, si en esa familia hay un animal de compañía la probabilidad de que el animal sea blanco de la conducta de maltrato es enorme. Eso es algo que está muy bien medido.

¿Todos los modelos de relación humana son trasladables al animal de compañía?
Las características de la relación no son las mismas, igual que no te relacionas igual con tus compañeros de trabajo, tus hijos o tus primos. Tú sabes definir muy bien las características de las relaciones que sostienes. Pero lo modos de actuación son, en esencia, los mimos. Si eres una persona con una tendencia violenta o afable y tolerante, eso se traslada también a la relación que tienes con el animal.

Y no todos los perros son para todas las familias.
Es una idea fundamental. Incluso no todas las familias deberían tener perro. Y dentro de cada familia sí que es verdad que hay perfiles que se pueden acercar más a un tipo de animal que otro. Por ejemplo, para una pareja de señores mayores que tienen una vida tranquila, un perro muy excitable con mucha necesidad de actividad, no digo que no pueda funcionar, pero no es el candidato perfecto. Es algo que hay que tener en cuenta. Sí que hay una tendencia equivocada de la gente a pensar que el perfil lo determina la raza, es algo que no hemos conseguido desterrar. La gente piensa que si compra o adopta esta raza, voy a acertar porque el libro de raza dice que este perro es así, pero el libro de raza lo que te marca es el ideal de la raza, que es una cosa muy diferente.

 

(JORGE PARÍS)


Y más tal y cómo se cría en España, con frecuencia con muy poco cuidado con el carácter.

Claro. Lo importante es el resto de factores que sí que influye, qué entorno ha tenido de pequeño, cómo se lo ha educado, etcétera.

¿Cómo es el vínculo desde el punto de vista del animal?
Eso es algo que nos hemos planteado muchísimo los etólogos. El perro, que se ha estudiado más, no solo establece vínculos afectivos -el gato también lo hace- pero el perro parece incluso que desarrolla un vínculo de apego con las personas de la familia que sería parecido al que establece una cría con sus padres. Es decir, que por un lado nos comportamos hacia el animal de compañía con una tendencia parento-filial, pero el perro también tendría esa tendencia. Los ve como un punto de protección, lo que técnicamente se llama una base segura, un elemento social que me protege. Cuando está cerca del propietario se siente más seguro.

¿Ese vínculo es diferente en alguna manera al del que llega a casa siendo cachorro?
No. En estudios que se han hecho con animales que estaban en refugios, se ha visto que con periodos de contacto de unos pocos minutos con una persona que se ha repetido dos o tres días, ya se crea ese vínculo afectivo que te comentaba. Y el vínculo que estableces con un animal que has adoptado cuando tenía cinco años es igual de potente que el que has cuidado cuando tenías tres meses.

Aquí hay mucha leyenda urbana, desde el “prefiero un cachorro para que se adapte a mí” hasta el “un adulto que lo ha pasado mal siempre es más agradecido”.

Nada. Olvídate de todo eso. Eso no va así. Puedes adoptar un perro y que tenga un problema de comportamiento, un problema que puedes encontrar en un cachorro. No se puede generalizar. Lo que estás es asumiendo que el animal tiene una visión del mundo que no es la que tiene. La obsesión con el cachorro a veces viene porque crees que no lo vas a poder educar o que el adulto va a venir con una serie de manías o comportamientos que no vas a poder cambiar. Y eso no es verdad. Los perros y los gatos tienen una flexibilidad y se adaptan con mucha facilidad. Dentro de unos límites por supuesto porque cada individuo tiene su temperamento. Puedes adoptar una animal adulto y que se integre en tu familia a la perfección.

¿Qué recomendarías a que quieren acertar sumando un animal a la familia?
Les diría que eso de la edad es pecata minuta, que lo primero y mas importante es que sea una decisión de toda la familia, porque si no es cuando luego vienen los problemas. Hay algo muy curioso, la gente le dedica más tiempo a escoger cuál va a ser su coche que cuál va a ser su animal de compañía. Y fíjate que estamos hablando de una cosa frente a un ser vivo.

Además, muchas veces eligen a ese ser vivo en función de criterios estéticos.
Efectivamente. Y a veces son decisiones impulsivas. Por eso lo más importante es que la familia esté de acuerdo. En segundo lugar es intentar analizar qué va a suponer, es la pregunta clave. Han de hacer una simulación mental de lo que va a suponer vivir con un animal de compañía en su día a día. Imagina que es una familia que en época de esquí se va cada fin de semana. Pues la pregunta que se tienen que hacer es: ¿qué voy a hacer con el perro?. Y damos otro consejo: no pensar que las cosas van a cambiar. La gente te dice, bueno, yo hacía las cosas de esta manera, pero cuando llegue el perro o el gato las voy a hacer de esta otra. Bueno, esto puede ser, pero en la mayor parte de casos no pasa. Es como cuando la gente te dice que a partir de enero va a ir al gimnasio.

Tras quince años de blog y escuchar a mucha gente, tengo la convicción de que una mayoría de personas que suman un perro o un gato a su vida, sea cachorro o no, no tienen los conocimientos mínimos necesarios de educación y comportamiento animal. Incluso gente que ha tenido animales toda su vida.
Esto lo he hablado muchas veces con especialistas en educación humana. ¿Qué conocimientos tenemos a veces para educar bien a un niño, para hacerlo como dicen los técnicos? Pero con los niños tenemos ventajas: es nuestra especie y tenemos todo el aparato educativo que nos ayuda. En cambio, con los animales de compañía tenemos un salto de especie y muchas veces no tenemos ni idea. Nos preocupan más estos elementos que la edad del perro. Una buena familia, preparada para tener un animal de compañía, que tiene los conocimientos para tenerlo, puede tener éxito con un cachorro, con un adulto, con lo que sea.

¿Algún libro o curso que recomiendas? Hay mucha gente muy perdida, que lo mismo luego acaba viendo al encantador de perros y se pierde del todo.

Hoy en día tienes muchos recursos en ese sentido, sobre todo en el ámbito digital. Hay muchas cosas muy buenas y muchas muy malas. La recomendación general, la más importante para poder filtrar, aparte de que puedan mirar quién está a cargo del libro,d el curso o del vídeo de youtube y ver que tiene unas credenciales, es que no utilicen técnicas basadas en castigo. Es el punto fundamental hoy en día. Buscar sistemas de educación que respeten la naturaleza del animal y que cuando quieren moldear su comportamiento lo hagan siempre a través de incentivos, de reforzar lo bueno y no de esperar a que se equivoque para castigarlo.

¿El conductismo bien?
Bien si lo aplicas bien. Lo que sí es verdad es que la idea central del conductismo de que puedes moldear el comportamiento del animal a tu antojo premiando lo que quieres e ignorando o castigando lo que no quieres, esto ya hace muchos años que hemos visto que no es cierto, que tiene sus limitaciones. Te pongo un ejemplo con los gatos: la conducta de arañado no se puede eliminar porque es una conducta natural, es un marcaje territorial que forma parte de la esencia de ser gato. Si te planteas que deje de rascar, no lo vas a conseguir. Lo que sí puedes conseguir es que rasque en los lugares que puede hacerlo y no en el sofá. Y hay muchos aspectos del comportamiento que no son de premio o de castigo, sino que tienen un comportamiento diferente. Eso es lo que ha intentado la etología moderna. No quedarnos simplemente en el conductismo puro sino tener en cuenta también la dimensión emocional del comportamiento, la motivación del animal, etc.

(JORGE PARÍS)

No quiero dar la respuesta por ti, pero imagino que también conviene huir de todo lo del alfa y el líder de la manada.
Sí, puedes darla por mía. Esto también con los años se ha visto que era un enfoque equivocado. Y te digo una cosa, porque ahora parece que nadie tenga memoria histórica, pero hace treinta años para todas las personas que estudiamos etología la posición dominante era la de la dominancia, que el perro estaba en una jerarquía vertical, tenía que ocupar la posición inferior en la familia y que el propietario tenía que hacer lo posible para que esto se mantuviera. Y cuando hubiera una conducta rebelde o agresiva, se tenía que atribuir a una insubordinación dentro de la manada y se tenía que combatir con castigo y técnicas de sometimiento. Esto cambia radicalmente te diría que en el 2000 y no ha parado de instaurarse la idea que ahora domina entre los especialistas de que la jerarquía y las técnicas de dominancia o sometimiento no son precisamente la manera de estabilizar la relación dentro de la familia.

Diriges una cátedra única. ¿Te has encontrado con prejuicios dentro del ámbito universitario por centrarte en perros y gatos?
La cátedra que tenemos nosotros está dentro del departamento de psiquiatría de la Universidad de Medicina. Yo soy veterinario de formación y etólogo y la mayoría de herramientas que se utilizan para estudiar el vínculo provienen de la psicología social, de la psiquiatría. Con sinceridad, la recepción que tuvo la cátedra en el departamento fue buena no, buenísima. A mí no digo que me sorprendiera, porque parece que esperase lo contrario, pero la acogida y el apoyo de mis compañeros de departamento que no habían tenido ningún contacto con animales de compañía, ha sido impecable. En mi caso particular, en mi ámbito, no tengo queja. Ahora, sí que es verdad que todavía hay sectores de la sociedad tienen que avanzar, que te dicen “es que la gente los trata como si fueran personas, eso no había pasado nunca, es una consecuencia de la sociedad moderna, etc”. No es verdad, tenemos referencias de vínculos profundos con animales de miles de años. Hay muchas cosas que se tienen que normalizar, como el hecho de que una persona pierda a un animal de compañía y sienta una reacción de duelo, que no está convenientemente aceptado. Hay muchos aspectos en los que todavía hay que trabajar. Dicho lo cual, cuando haces estudios poblacionales las actitudes son positivas hacia los animales. En general la sociedad es tolerante.

¿Vamos a mejor?
Sí, y tanto.

 

 




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