Todos vamos a morir. No hay realidad más incuestionable. Y todos queremos morir bien, al menos lo mejor posible. La muerte nunca es agradable, pero puede llegar a ser algo deseado. Algo más de tiempo en este mundo es, en demasiados casos, un castigo. Tanto para el que se va como para los que le rodean, que sufren con su sufrimiento.
He visto, todos hemos visto o veremos antes o después, a hijos, padres y parejas que estuvieron días, meses e incluso años, postrados, sin esperanza, esperando una muerte que no era lo suficientemente misericordiosa como para presentarse pronto.
Yo no querría verme doliéndome o ausente de mí misma, aguardando la liberación de acabar y teniendo atados a mi alrededor a los míos.
Morir bien, algo médicamente tan fácil de conseguir pero que legalmente aún no es posible. La ciencia va por delante de nuestros legisladores y también la sociedad. Da igual con quien hables, el color de su voto o la intensidad de su fe, la gran mayoría está de acuerdo en que a veces seguir viviendo no tiene sentido y lo más humano es terminar.
El 85% de los españoles, según el CIS, están a favor de regular la eutanasia. Yo también. Ojalá esa regulación exista cuando a mí o a los míos nos llegue la hora de no temer a la muerte, sino de desearla como el único desenlace posible.
Nos permiten hacer ese último regalo a nuestros animales y no a los seres humanos que más amamos. ¿Por qué? No hay ninguna respuesta aceptable. Es injusto e inhumano.
Cuando arañar unos días más ya no tiene sentido, cuando vivir duele y no aporta, cuando no hay razón para seguir peleando, nadie discute que ayudemos a nuestro perro o a nuestro gato a marchar de la manera más dulce que sea posible.
Los que hemos tenido animales en la familia sabemos que tener en nuestra mano esa posibilidad es un gran consuelo.
Sabemos que no tendremos que verles esperando a que la muerte llegue sin invitación, que no tendremos que presenciar una larga agonía sin sentido. Sabemos que tenemos en nuestra mano liberarles. Y bien esta.
No siempre es una decisión fácil, pero siempre es peor la impotencia y el dolor de no poder hacerles ese último regalo, que es imposible con los seres humanos que más amamos.
Es necesario que nos permitan hacer por nosotros y los nuestros lo que nos dejan hacer por nuestros animales. Y es necesario que sea pronto.
Eutanasia legal ya, porque quiero poder morir como un perro.
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