¿Cuál es el auténtico origen del perro?
Un carnívoro se tumba cerca de un rebaño de ovejas para protegerlas del ataque de otros. Un depredador nada en aguas heladas para cobrar un delicioso pato que nunca probará. Sin duda el perro ha llegado a realizar tareas de lo más antinaturales.
¿Cómo han llegado hasta aquí? Solemos pensar en la domesticación como una idea que nuestros antepasados tuvieron hace miles de años, pero la evidencia apunta a una realidad mucho más compleja. En este artículo hablaremos de nuestros compañeros los perros, de cómo se formó nuestro vínculo y de en qué medida los humanos hemos intervenido en su creación y selección.
¡Hola! Soy Edurne García. Llevo muchos años en el mundo del perro, trabajando como adiestradora, formadora y experta en nutrición veterinaria. Soy cofundadora de WESO, una marca de alimentación para perros y gatos basada en caldo de huesos. Visita nuestra web para conocernos.
La teoría de Pinocho sobre el origen del perro
Existe una teoría muy conocida y aceptada por casi todos como la explicación válida al origen del perro:
Un día, hace miles de años, un precioso y rechoncho cachorrito de lobo cayó en manos de un pequeño homo sapiens. Lobo y niño crearon un vínculo especial, crecieron juntos y aprendieron a comunicarse entre ellos.
Según fueron creciendo, el humano se dio cuenta de que podía aprovechar el grandioso olfato del lobo para localizar a sus presas. El lobo, por su parte, aprendió que cazar con humanos es más ventajoso que hacerlo con sus congéneres. Es una bonita historia con final feliz.
Lo cierto es que esta teoría, que algunos autores llaman teoría de Pinocho, hace tiempo que está descartada. Se llama Pinocho por referencia a la película de Disney, donde un juguete se convierte, de la noche a la mañana, en un niño humano. Un cuento precioso, pero un cuento al fin y al cabo.
Un lobo no es un perro, sino un animal salvaje. Si tuviésemos un lobo cachorrito, muy cachorrito (de menos de 19 días), podríamos conseguir que se socializara con nosotros y que nos aceptase hasta cierto punto, con mucha, mucha dedicación.
Esto no es exclusivo del lobo y en realidad podríamos conseguirlo con casi cualquier animal al que aislemos de sus congéneres para tenerlo solo con humanos. Un cordero criado entre cabras, siempre buscará el rebaño de cabras, nunca será oveja. ¿Habéis visto la película de una chica a la que sigue una bandada de gansos? Por ahí va la cosa.
El problema es que con cada nueva generación se presenta el mismo problema: las crías de ese animal, si no vuelven a ser separadas de sus congéneres y criadas exclusivamente con humanos, serán tan salvajes como sus ancestros. Además, un lobo socializado con humanos sigue siendo un lobo.
Tenderá a volverse más agresivo en su madurez, más territorial, más precavido, más serio. Es probable que reúna casi todos los que hoy consideramos problemas de comportamiento en un mismo animal. Y eso comiendo más de 3 kg al día (un 70% más que un perro de su mismo peso) no parece un buen trato para nosotros.
La teoría más aceptada sobre el verdadero origen del perro
Lo cierto es que el origen del perro y nuestra relación con él fue mucho, mucho menos romántica: todo empezó con una especie de parasitismo.
En realidad el término correcto sería comensalismo. Esos primeros lobos, los protoperros que se atrevieron a dejar los bosques y perdieron el miedo a los humanos, consiguieron una ventaja clave: comida gratis. A nosotros, simplemente no nos incordiaban demasiado.
Este acercamiento fue a más con la llegada de la era Neolítica: el momento en el que nosotros, los humanos, pasamos de ser cazadores y recolectores para ser agricultores y ganaderos. Nos convertimos en sedentarios y nuestros cada vez mayores poblados, generaban mayores cantidades de residuos que atrajeron a diferentes animales.
El origen real de nuestra relación con el perro estuvo basado en el comensalismo. Los primeros perros fueron lobos que dejaron los bosques y se acercaron a los asentamientos humanos en busca de comida gratis.
De hecho, algunos autores sostienen que todas las especies animales domesticadas, salvo contadas excepciones, eran animales salvajes que se acercaron a nuestros asentamientos en busca de comida.
Si alguno de vosotros ha vivido en el campo sin un perro que ahuyente a los visitantes, seguro que habrá tenido experiencia con animales salvajes como pájaros que se alimentan del pienso de las gallinas o jabalíes que hacen incursiones nocturnas a la huerta. Antes de criarlos, cazábamos estos animales al igual que los predadores rondan los pozos de agua para aguardar a sus presas.
Volviendo al perro, estos fueron prosperando en este nuevo escenario. Fueron adaptando su tamaño, forma y comportamiento a este nuevo nicho. Pero, salvo contadas excepciones, mantuvieron un estado de animal semisalvaje, alimentándose de las sobras que generamos las personas. De hecho, esta ha sido y es la estrategia más exitosa que el perro ha podido mantener.
Aunque el perro se considera una subespecie del lobo, hoy en día los perros representan el 99,96% de todo el género canis, que incluye lobos, chacales, coyotes, perros salvajes africanos, dingos. Hay un solo lobo por cada 2.500 perros. Hay 1.000 millones de perros en todos el mundo.
Lo más sorprendente de esto es que incluso hoy en día, el 85% de los perros siguen con la misma estrategia. No tienen dueño, sobreviven en poblados, grandes ciudades o en cualquier lugar donde puedan acceder a sobras. La próxima vez que viajéis y veáis un perro por las calles de una ciudad, no deis por hecho que ha sido abandonado, ya que puede que sea uno de esos 850 millones de perros semisalvajes.
Por muy mal que nos suene, para los habitantes de esas ciudades los perros son, por lo general, poco más que ratas grandes. La gente los evita y teme por la posibilidad de ser agredido o contagiado de alguna enfermedad.
Incluso hoy en día la mayor parte de los perros (hasta un 85%) sigue viviendo en estado salvaje. Sobreviven cerca o dentro de asentamientos en los que pueden acceder a sobras.
¿Cuándo nos dimos cuenta los humanos de que los perros nos podían ayudar?
Los humanos tardamos muchos años en darnos cuenta de que podíamos beneficiarnos de la presencia de los perros. Hay poca evidencia arqueológica de selección por parte del hombre que tenga más de 2000 años. Cuando finalmente existió, la selección por parte del hombre tuvo fines prácticos: caza de animales salvajes, eliminación de pestes, guarda y pastoreo.
Para explicarlo de manera sencilla: el lobo tiene una secuencia de caza completa, pero el perro no. El lobo busca, acecha, persigue, muerde, sacude, mata, transporta y come. En ese orden.
Los perros hacen solo parte de esa secuencia, una u otra dependiendo de la finalidad para la que hemos seleccionado cada raza:
- Un sabueso solo busca, le gusta menos morder.
- Un pastor solo persigue, le gusta menos matar.
- Un perro de presa muerde, le gusta menos rastrear.
- Un perro de cobro transporta, le gusta menos matar.
La selección por parte del hombre buscó inicialmente objetivos prácticos: caza de animales salvajes, protección, pastoreo, etc.
Cuanto más seleccionado esté para una tarea, menos le gustará hacer otras. Cuando se seleccionan perros funcionales se busca maximizar beneficios, esto es, queremos un perro que sea más fácilmente adiestrable para esa tarea, que sea lo más saludable posible y que tenga solo el tamaño suficiente para llevarla a cabo. Cuanto más grande es el perro, más caro es de mantener.
Además el perro estará adaptado a las características propias de cada ambiente: pelo más largo para climas fríos, perros más grandes en zonas de grandes depredadores e incluso diferentes adaptaciones metabólicas debido a la dieta disponible en su zona (carne, cereales…).
Por su parte, los perros también se han dado cuenta de los beneficios de caernos bien. Porque, veréis, los humanos seleccionamos a los perros de dos maneras: por aislamiento sexual y cría controlada de adultos y por adopción de cachorros. Y este segundo punto es muy interesante.
Los perros han delegado la cría de cachorros, en parte, a los humanos. Los padres no colaboran en su crianza y los cachorros dejan de ser atendidos por la madre con unos 2 – 3 meses. Ellos pueden empezar a buscar comida, no necesitan cazar, pero la forma más exitosa de sobrevivir es ser adoptado por un humano.
¿Cómo se hace esto? Siendo el más adorable. Esto es tanto así que los perros genéticamente tienen tendencia a hacer algo que el lobo nunca haría: poner ojitos.
Los perros delegan en los seres humanos la cría de sus cachorros. Y para estos, la estrategia más exitosa para por ser el más adorable para lograr ser adoptado.
Los perros han desarrollado unos músculos especiales en la zona de las cejas cuyo único objetivo es resultar más «humanos» a nuestros ojos.
De hecho, existen estudios que demuestran que los perros con cejas más móviles tienen tasas mayores de adopción. Solo porque su mirada nos resulta más familiar. La siguiente vez que vuestro perro os ponga esa cara de pena, que sepáis que es fruto de miles de años de selección.
Cuando criar perros se convirtió en un deporte
Así que durante por lo menos 2000 años los humanos hemos seleccionado líneas de perros que trabajan bien con nosotros. Ese es el origen del perro y todo fue bien hasta finales de la época victoriana, hace unos 150 años.
En esa época la nueva clase acomodada inglesa empezó a ver en el perro un nuevo símbolo de estatus. Tenían dinero y tiempo libre, así que decidieron entretenerse compitiendo entre ellos para ver quién conseguía el perro perfecto, el más cercano a lo que llamaron el estándar de la raza.
Esto es algo que ellos mismos habían inventado: se trata de una guía que describe qué forma debe tener una determinada raza: tamaño, color, hocico, orejas, altura de la cola, ojos, etc. Después, se reúnen varios perros de esa raza y un juez premia al que más se acerca a esa descripción. ¿Os suena? Es lo que hoy en día se sigue haciendo en concursos de belleza.
En la época victoriana el perro se convirtió en un símbolo de estatus y comenzó la moda de los concursos de belleza. El 80% de las razas fueron creadas en esta época y surgió una gran diversidad de perros endogámicos.
Primero lo hicieron con las razas que ya existían, pero pronto se quedaron cortas, así que empezaron a crear nuevas. De hecho, el 80% de las razas tiene menos de 150 años, ya que se crearon en esta época.
Sentían especial atracción por lo exótico y no se pararon a pensar si unas partas demasiado cortas dañan la columna o si un hocico demasiado chato dificulta la respiración. Además, como había muy pocos ejemplares de cada raza, para mantener la “pureza” tuvieron que criar entre parientes. Resultado: en pocas generaciones se creó una enorme diversidad de perros endogámicos.
Algunas razas de trabajo, como llevaban miles de años siendo seleccionadas para un propósito determinado, todavía mantienen ciertos instintos, pero son pocos los que aún seleccionan perros por su capacidad de trabajo. Ningún pastor en su sano juicio iría a un criador de mastines de belleza para comprar uno que proteja a sus ovejas.
¿Cómo es el perro doméstico ideal?
La mayoría de nosotros ya no necesitamos que el perro nos ayude con nuestro trabajo. Sin embargo, y aunque hemos sacado a todos los demás animales de las ciudades, nos hemos quedado con los perros.
Hoy en día el perro es considerado parte de la familia, y para que esto funcione necesitamos que tenga una serie de cualidades:
- Tiene que ser sociable, ya que se va a encontrar con perros y personas desconocidas a diario.
- No debe tener instintos demasiado fuertes, puesto que podría redirigirlos de forma inapropiada: perros que persiguen bicicletas o que se obsesionan con cazar palomas.
- Tiene que estar sano. Los queremos y deseamos lo mejor para ellos.
- Debe tener un carácter tranquilo, ya que pasan muchas horas en casa.
- Su carácter tiene que ser infantil. A diferencia de los lobos, los perros mantienen un carácter de cachorro durante toda su vida.
Son muchas premisas y lo cierto es que todavía no hemos dado tiempo al perro para adaptarse a esta nueva situación.
¿Significa esto que ningún perro está adaptado para la vida moderna? Ni mucho menos. La mayoría de las personas que conviven con perros lo hacen sin grandes problemas.
Pero tenemos la creencia de que cualquier perro, por ser perro, va a comportarse de una forma amigable y fiel. Sin embargo, hay muchas formas de que las cosas salgan mal y hay muchos factores que inclinan la balanza en uno u otro sentido:
- Determinadas razas tienen predisposición a ciertos problemas de salud o comportamiento.
- Perros mal socializados son más propensos a desarrollar problemas de conducta.
- Los dueños sin experiencia o conocimientos tienen más probabilidades de tener una relación problemática con su perro.
Los perros han evolucionado para encajar con nosotros, para sernos útiles, caernos bien, comunicarse con nosotros y querernos. Pero esto no quiere decir que de forma mágica vayamos a lograr una buena relación con ellos.
Conseguir un buen compañero-perro es el resultado de una buena selección y una correcta educación por parte de los dueños. De lo contrario pueden darnos desagradables sorpresas que nos recuerden que, a pesar de tener esa mirada tan entrañable, en su interior sigue habitando un animal salvaje.
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