Los humanos primitivos y los lobos que los acompañaban
Vamos a remontarnos varios miles de años, a la época en la que humanos y perros comenzaron a acercarse pero todavía desconfiaban los unos de los otros. Imaginemos a un grupo de humanos, despiezando una pieza que los cazadores acaban de traer al campamento…
¡Hola! Soy Edurne García. Llevo muchos años en el mundo del perro, trabajando como adiestradora, formadora y experta en nutrición veterinaria. Soy cofundadora de WESO, una marca de alimentación para perros y gatos basada en caldo de huesos. Visita nuestra web para conocernos.
Una mujer se sirve de una afilada roca de sílex para ir dando pequeños pero precisos cortes en la carne de un ciervo que acaban de abatir. Con mucho cuidado va separando las diferentes piezas, mientras que un compañero recoge la valiosa carne que luego comerán entre todos.
En primer lugar, abren la canal para ir en busca de lo más preciado: las vísceras.
El hígado, corazón y riñones están repletos de vitaminas y minerales, los humanos todavía no conocen el motivo, pero saben que éstos son los cortes más nutritivos. También son una parte muy escasa de todo el animal y, por lo tanto, la más cotizada.
Una vez lo ha despojado de sus vísceras, la mujer dirige su cuchillo a la cabeza del animal. Es invierno y el ciervo estaba algo desnutrido, pero la mujer tiene experiencia y conoce los lugares en los que siempre encontrará depósitos de grasa. Uno de ellos se encuentra detrás de los globos oculares.
Después dedica un buen rato a separar todos los huesos largos. Éstos están repletos de tuétano, una grasa muy nutritiva y rica en omega-3. Los humanos son uno de los pocos animales capaces de romper estos huesos para llegar a los valiosos depósitos de grasa que guardan en su interior.
Una vez ha terminado, guarda alguno de los cortes de carne. El resto, los deshecha. Un grupo de lobos lo observa desde la distancia, esperando con prudencia para acercarse a por la suculenta montaña de carne que la mujer ha dejado tras de sí.
<<¡Ey! ¡Que te has dejado el solomillo!>> Le gritamos desde el futuro 
.
A la mujer no le interesa el solomillo, de la misma forma en que no le interesan el lomo, la aguja ni ninguno otro de los cortes más cotizados de hoy en día. Es más, si algo le sobra es la proteína.
Tampoco le molesta que los lobos se acerquen a comer las sobras de carne que ha dejado, ya que esta familia de lobos en particular los ha acompañado desde que la mujer tiene uso de razón.
El suministro constante de carne mantiene a la manada saciada y cerca de los humanos. Su presencia ahuyenta a otros animales que sí podrían constituir un peligro, incluidas a otras manadas de lobos salvajes.
Además, en ocasiones las tornas cambian y son los lobos quienes dejan tras de sí algún esqueleto. Los humanos saben dar buena cuenta de él extrayendo la grasa que se esconde en el tuétano.
Podemos morir por exceso de proteína
Los seres humanos tenemos una limitación para seguir una dieta completamente carnívora: la capacidad de nuestro hígado para metabolizar la proteína.
Esto no es un problema cuando los cortes de carne van acompañados de grasa, pero si nos remontamos a la época en la que toda la carne provenía de animales de caza, la grasa era un bien escaso. Y más aún en invierno.
Si la proteína magra constituye más del 20% de la ingesta diaria de energía, los humanos podemos empezar a desarrollar problemas. Ingestas superiores pueden provocar hiperinsulemia, hiperamonia y diarrea. En casos extremos, una ingesta excesiva de proteína magra puede provocar la muerte.
Es lo que se conoce como envenenamiento por proteína, un mal que fue muy conocido y sufrido por los primeros colonizadores del polo norte.
Incapaces de acceder a otras fuentes de alimento, estos exploradores se alimentaban casi exclusivamente a base de carne magra de caza, principalmente de los abundantes conejos. Sufrían constantes e intensos dolores de cabeza, presión arterial alta y ritmo cardíaco bajos, fatiga, diarrea y una sensación permanente de hambre.
Ante todo, que no cunda el pánico. Hoy en día el envenenamiento por proteína no es un problema para nosotros ni es algo que debamos tener en cuenta a la hora de planificar una dieta.
Nadie, en su sano juicio, llegaría a provocarse una intoxicación por exceso de proteína teniendo a su alcance los alimentos de que disponemos hoy en día. Aun así, es interesante saber hasta qué punto han cambiado las tornas en lo que a la alimentación se refiere.
El exceso de carne facilitó la domesticación del perro
En 2021 se publicó un interesantísimo estudio que defendía una nueva teoría de la domesticación del perro: argumenta que el desperdicio del exceso de carne magra por parte de los humanos fue lo que facilitó la domesticación de los primeros proto-perros.
Dicho en otras palabras: los humanos generábamos grandes cantidades de carne magra que no podíamos consumir sin enfermar. Y fue el abandono de este exceso de carne lo que atrajo a los lobos, que fueron progresivamente perdiendo el miedo a los humanos.
A diferencia de los humanos, los lobos son carnívoros. Esto hace que puedan sobrevivir largas temporadas a base de dietas hiperproteicas.
Los investigadores hicieron un interesantísimo cálculo. Analizaron la composición nutricional de distintas presas que los humanos podrían cazar. Por otro lado, calcularon cuánta proteína de más tiene cada una de esas presas.
Pongamos un ejemplo: digamos que por cada 100 gramos de grasa sólo podemos ingerir otros 200 gramos de proteína. Esto significa que, si cazamos un conejo que tiene 100 gramos de grasa y 500 gramos de proteína, habrá otros 300 g de carne magra de conejo que tendremos que tirar.
Hicieron este mismo cálculo para el resto de los animales típicamente cazados en la época: alces, ciervos, caribús, caballos, pájaros, ardillas… El resultado era clarísimo: en épocas frías, los humanos generábamos grandes cantidades de carne magra que teníamos que desechar.
Esto hace que la teoría de la domesticación del perro cobre mucho más sentido.
Es conocido que los humanos cazadores-recolectores adoptaban animales como mascotas. Sin embargo, en épocas de escasez de alimento es altamente improbable que decidiesen destinar los pocos recursos que tenían a alimentarlas.
Mantener a los lobos como mascotas durante el tiempo necesario para domesticarlos hubiera requerido de muchas generaciones, demasiado tiempo durante el cual estos lobos no aportaban nada de valor al grupo humano.
Pero con esta nueva hipótesis la cosa cambia. Los humanos pudieron mantener lobos como mascota porque les salía gratis.
Los lobos se alimentaban de las sobras de carne del campamento y, poco a poco, los humanos fueron cogiendo cariño a estos peludos acompañantes hasta los que podemos rastrear el origen del perro: acabarían por convertirse en nuestros muy queridos y mejores amigos.
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